Por fin el tiempo comienza a dar señales de tregua, y entre los interminables días de sol y calor axfisiantes aparecen claros síntomas del final de esta pesadilla estival, como la tormenta (bueno tormentilla) del pasado viernes. Consultando los mapas del tiempo para este fin de semana me las prometía felices, aunque para mi desdicha no volvió a caer gota alguna (typical almeriensis).
De todos modos la tierra se había nutrido y la temperatura ambiente había bajado unos pocos grados, así que era el momento de ponerse en marcha, comienza por fín la pretemporada de senderismo y trekking.
El domingo de madrugada cogí el coche en dirección a las calas de San José, llevaba casi tres meses sin echarme al monte y necesitaba un entrenamiento suave, así que esta zona es ideal para un montón de opciones de 2, 3 y hasta 4 horas a lo sumo. No llevaba una ruta preestablecida, así que aparqué en la zona destinada a ello y mucho antes de que llegaran los «Cobradores de las Calas» esta «nueva ocurrencia» que ha tenido despistados a todos los visitantes del parque este verano.
Subí a una pequeña colina situada frente a la cala de Mónsul para tener una perspectiva más amplia de la dirección que iba a tomar, allí tiré un par de fotos y bajé en dirección oeste a una pequeña rambla que iba a desembocar junto a la casa construida frente a la playa. Los jabalíes habían pasado por allí horas antes.
El sol ascendía con rapidez, llenándo el valle de esas primeras y anaranjadas luces amables que por ahora respetaban unos ideales 18 grados de temperatura,… pronto dejaría de ser tan amable.
Aprovechando ese fresquito de la mañana subí por la vereda que transcurre entre los dos montes que dividen la playa de Mónsul. Arriba la brisa era intensa, y un fresco olor a mar revitalizaba todos los sentidos (algo dormidos esa mañana)
Al fondo y en la misma dirección oeste se divisaba la Torre de la Vela blanca, me pareció una buena opción y cogí ese camino.
Bordeando los montes más cercanos al mar por el interior hay un sendero que lleva hasta el camino de Cala Carbón. Antes de llegar vi otra ramblilla y me dirigí a explorar un poco para encontrarme una agradable sorpresa, un antiguo pozo de agua con la arquitectura típica de la zona de Níjar.
El lugar estaba abandonado y el ojo del pozo de unos 5 o 6 metros de profundidad quedaba al descubierto, me sorprendió que no estuviera tapado, está bastante cerca de la playa y puede resultar peligroso para algún despistado o un pequeño explorador. En la foto no se aprecia, pero daba un poco de vértigo asomarse.
Independientemente de eso creo que es una joya arquitectónica que debería de ser cuidada.
Estéticamente es una gozada, me apeteció volver un día mejor preparado para una buena sesión de fotos.
Cogí el camino de subida a la Torre, un territorio nuevo a descubrir que no me decepcionó y muy al contrario me deparó varias sorpresas…
En el vértice del segundo repecho descansa una enorme roca que hace las veces de gigantesco mojón de carreteras y que de paso te recibe con una, muy de agradecer en ese momento, sombra. Allí descansé, tomé algo e hice esta foto a contraluz tan peculiar.
Entre esa roca y el monte que alberga la Torre el camino dibuja una enorme v de subida constante, donde ambos lugares eran las puntas de esa letra imaginaria, y entre ellas se atisbaba una rocosa cala de grandes dimensiones, donde la claridad del agua dejaba asomar un banco de arena justo al borde de la orilla de piedras, parecía un buen lugar para pegarse un baño, como se aprecia levemente en esta foto que tomé una vez allí.
Seguí el camino, y a la altura del pico de la v, justo en la mitad, bajando campo a través por una considerable pendiente y en dirección a la cala. Había un montón de caracoles, sin duda aprovechando ese agua de la tormenta de días anteriores.
La entrada de la cala era como un pórtico de piedra.
La cala es bastante abrupta, toda de rocas y grandes piedras, pero como se apreciaba desde la altura la arena llegaba justo a la orilla y era un buen lugar para ese baño. Allí estuve un rato entre chapuzón y chapuzón leyendo un manual sobre diseño de apps para iphone y teléfonos con Android (os suena a chino?). Un espiritu tecnológico se apoderó de mi por unos instantes y envié un par de tweets y unos mensajes a unas amigas para decirles que acababa de bautizar aquella cala como «Cala Pepitas» en su honor (el sol me estaba afectando ya a la cabeza, sin duda)
Una vez superada la fiebre 2.0 me llamó la atención una extraña estructura blanca que se adivinaba sin forma conocida a lo lejos, pero me parecieron huesos… Se me pasó por la cabeza por un instante la posibilidad de que fuera un esqueleto, y ya me imaginaba la movida de llamar a las autoridades y toda esa película (el sol apretaba fuerte, insisto), así que me vestí, recogí los bártulos, y cual episodio de CSI Cabo Gata me dirigí al levantamiento del cadáver…
Pues si, era un esqueleto y a no ser que fuera un fauno no tenía pinta de nada parecido a lo humano (se silenciaron las sirenas de ambulancia y policía, dejaron de volar los helicópteros, nunca llegó el FBI). Las patas eran muy largas para ser una cabra o un jabalí, más parecía un equino, pero la sorpresa mayor estaba por descubrirse….
El cráneo era muy extraño, y aunque al lado había una quijada, la forma redondeada y ese enorme pico no me encajaban, además ¡¡¡Tenía colmillos!!!, ¿donde se ha visto un burro con colmillos?. Una de tres:
– O estaba delante de un híbrido mitológico
– De un mutante
– O la obra de un bromista concienzudo que aún se estará riendo en casa al imaginarse a algún cauto como yo con cara de circunstancias, (se me viene a la cabeza la frase de Matías Prats JR ¡¡¡Pero esto qué es!!!)
Por supuesto miré a mi alrededor una y otra vez, girando el cuello como los mochuelos y con los ojos tan abiertos como éstos. No había cámara oculta, ni se escucharon risotadas, tan sólo estábamos allí el mutante y yo, un ejemplar criptozoológico y su Darwin senderísta. Tenía que levantar el cadáver…
Por la forma de los colmillos y su disposición en fila a mi más bien me pareció un delfín, la opción del bromista cobra fuerza, pues sería demasiada casualidad que el batir de las olas haya colocado el cráneo de un delfín justo en el extremo del cuello del burrico.
Caso Cerrado.
Bueno, aún quedaba el camino de regreso, se hacía tarde para llegar a la Torre así que deshice el camino acortando campo a través de vuelta al coche, volví a para en la roca aquella e hice esta toma con la playa de Mónsul al fondo.
Al pasar por Cala Carbón no lo pude evitar y me fui directo al agua, eran las 12 y media y Lorenzo castigaba con fuerza, el agua, en contraste, estaba bastante fría. Allí disparé esta foto con el móvil en el modo «Lomo»
Aún le sigo dando vueltas a la cabeza… mira que si era un «delfinequo auriñacensis».