El tiempo del senderísta del sur se agota, y no por falta de nuevos lugares que explorar, de conocidos entornos en los que profundizar, sino por las consabidas temperaturas veraniegas que nos azotarán hasta bien entrado octubre. Las mañanas se acortan y el infernal mediodía toma posesión del territorio a fuego lento pero intenso.
Hay que madrugar, ahora más que nunca, aunque este día me concedió una tregua con postreras nubes.
Comienzo el camino en Cala Higuera, a las espalda de la archiconocida y vapuleada San José.
El primer trecho es un camino empinado que se coge en el margen izquierdo de la playa, pronto encontraréis un cartel que indica la ruta «Loma Pelada», siguiendo la cual llegaríamos a Los Escullos. El año pasado hice esa ruta a la inversa: Los Escullos- San José – Los Escullos. Desde allí hay unas estupendas vistas de San José.
El primer lugar que quería visitar era la Torre vigía de cala Higuera.
Dejas el sendero y subes por la ladera, intentando coger la cresta cuanto antes para que el camino resulte más fácil.
Desde luego, una construcción en tal sitio no puede obedecer a otro menester que no sea el de vigilancia,
aunque su posición también hace las veces de mirador, con un arco de visión de 360 grados.
Conforme me acercaba buscaba instintivamente la entrada a esta pequeña «fortaleza».
¿Estará a las espaldas?
Pues no, se supone que se accedía por una escalinata, de la que no quedan restos, tan sólo incisiones en la pared.
Un poquito más cerca.
Es un poco más pequeña en comparación con otras de la zona, pero tiene su personalidad propia.
Con el punto de referencia de la bahía de San José.
Me llamaron la atención estos escarabajos que despertaban conforme los primeros rayos de luz activaban sus cuerpos.
Seguí ningún sendero, tan sólo guiado por las referencias orográficas del lugar, Loma Pelada, donde se apreciaban a lo lejos numerosas explotaciones de adoquines abandonadas.
Restos de algún cortijo de otra época.
Y al fondo uno de «Los Frailes».
Al cabo de un rato un pequeño frente de niebla asomaba por el Este.
Y varios pasos adelante me encontré con este precioso ejemplar de metro y medio de culebra de herradura (creo).
Los suaves tonos de la «sempervivam» le dan un puntito de color al matorral de montaña.
donde algún pájaro se dio un festín con esta mariscada.
La niebla avanzaba sobre Loma Pelada.
Buscando nuevas referencias observé esta pronunciada rambla que sin duda bajaba hasta una cala.
Miré atrás donde la «vigilante» torre se camuflaba entre la boira.
Un plano más abierto.
Y efectivamente, había una cala, suele haberla, por sedimentación, al finalizar una rambla.
Inciso surrealista: «Si las rocas fuesen un ser vivo, ¿Sabes a que parte del organismo correspondería esta abrupta formación?»… si exacta y escatologicamente eso….
Esta roca me recordó al famoso perrito del Museo Guggenheim de Bilbao.
La niebla ya lo cubría todo, incluso en estas condiciones, «la vigía se las apañaba para seguir escudriñando el horizonte».
Como ya «he comentado» antes, hay varias formaciones curiosas en esta Cala desconocida.
Un lugar tranquilo sin duda.
Y solitario.
Casi sacado de una película de ciencia ficción.
Os dejo con un montaje de esa «curiosa roca». Hasta pronto!
Bonitas fotos, sabes sacar partido a la naturaleza.
Gracias, yo también he vistado tu blog y me ha gustado mucho, ¡menudas caminatas!.
Saludos