El fin de semana pasado estuve deambulando por las calas próximas al Barronal, una sucesión de pequeñas playas que jalonan la costa desde Genoveses hasta Mónsul. Una mañana perfecta, fresquita (por fin) a primera hora, despejada, con sinuosas nubes para darle profundidad a un cielo azul suave. El agua en calma, apenas movimiento, pero en la orilla algo se apreciaba distinto.
Hacía una semana del temporal que había azotado al sureste de la península, cuyas riadas fueron motivo de telediarios y noticieros, trágicas en la azotada ciudad de Lorca y en las cercanas Puerto Lumbreras y Vera. Esas riadas fueron a parar al mar y este fue distribuyendo escombros y restos por la costa, en montoncitos, abigarradas marañas de cañas, plásticos, cartones, troncos, telas, retales de una historia reciente.
Nunca había visto esta parte de la costa así, las playas del Parque siempre están limpias, pues la presencia humana (salvo en verano) es anecdótica y senderística. Por eso hoy también lo recojo en esta entrada del Blog.
Lo primero que me llamó la atención fue esta pieza de madera.
Pequeños troncos de madera yacían esparcidos por la arena, como naúfragos recién llegados.
Curiosos en la forma. (este me recuerda la cabeza de un león marino)
Bodegones improvisados.
Coloridos.
Semiahogados.
Pero sobre todo curiosos.