Al contrario que los osos, aquí en Almería no invernamos sino que «veraneaguantamos». Latentes, buscando continuamente la sombra, agazapados en nuestras casas, «hidratándonos» en los bares o con el brebaje mágico del verano, el «gazpacho almeriense».
Al caer la tarde, o como dicen por aquí «con la fresca», vamos ocupando nuestro lugar en el escenario de las calles y plazas. Salimos al portal y no miramos hacia los lados, miramos hacia arriba para cerciorarnos que el astro rey se dirige ya a su morada. Lunáticos convencidos, deambulamos entonces buscando la brisa marina, las terrazas, el paseo marítimo, las ventanas siempre abiertas invitando a los escasos y tímidos movimientos del aire.
Otra opción es la mañana, la primerísima mañana, previa al estallido amarillo y el cantar de las chicharras… Se abre el Telón!