Todos los viajes comienzan con un paso, una decisión, un impulso que cambia tu posición en plano físico, en sus tres dimensiones X, Y y Z.
Pero además, sobre todo, cada viaje obedece a una actitud mental, a una búsqueda de sensaciones y experiencias que reconfortan la primigenia sed de respuestas a otras tantas preguntas que surgen en el caminar de la Vida.
Los viajes nacen en la mente, se sienten en el corazón y se disfrutan en el alma, así, en el persistente viaje de la existencia, así, en todas y cada una de sus etapas.
Viajes que comienzan, que terminan, se interrumpen, viajes que cambian de dirección, de sentido, de rumbo, viajes soñados y viajes sorpresa. Viajes interiores, evasorios, luminosos y oscuros, viajes dentro de otros viajes… Rutas personales, opciones infinitas, la ensoñación, el cosquilleo y el vértigo del inicio, la satisfacción del aventurero cuando se descubre a si mismo en la sonrisa acogedora de otra viajera de la Vida.
Hoy comienzo un viaje, Lanzarote.
Pareciera que a un habitante del desierto no debieran sorprenderle los mares de roca y arena, pero no es el caso, aquí la vara de medida es incapaz de abarcar ingente cantidad y volumen de aparente tierra yerma.
Mi primera parada es en La Geria, donde pude degustar el suave sabor de sus afamados vinos combinado con un surtido de quesos artesanales. Hipnotizado por la ordenada estructura de las vides y el contraste de las hojas verdes y el suelo oscuro de picón.
Mi amable ciceronne me llevó posteriormente a visitar el Parque Nacional de Timanfaya, uno de los iconos de Lanzarote.
Tengo que decir que quedé un poco decepcionado al saber que únicamente es posible hacer un recorrido en autobús, aunque entiendo que de be ser así pues sin duda esta joya natural es un ecosistema muy frágil. También supe que es posible hacer unas rutas en todoterreno para grupos más reducidos con una asistencia más personalizada y extensa.
De todos modos merece la pena, el paisaje es espectacular y las caprichosas formas y tonos de color de la lava no dejan a nadie indiferente.
Realmente sobrecoge el silencio y la extrema aridez, el conjunto es un panorama lunar, un cliché de película que encajaría en cualquier superproducción de ciencia ficción.
Por supuesto también está la sorprendente y turística comprobación de la cercanía del magma, las entrañas de Timanfaya aún permanecen en tensión telúrica, no en vano es un gigante durmiente que alberga la fuerza interior de un volcán.
Terminada la visita, proseguimos en dirección a una preciosa pedanía de costa perteneciente a la localidad de Yaiza llamada El Golfo.
Después de comer fuimos a otro lugar impresionante, El Charco de los Clicos o Charco Verde, un monumento natural que merece la pena «degustar» paseando entre los ocres de las rocas y el azul del mar, entre el verde de los clicos y el negro de los «callaos».
Casualidad o no, el caso es que llegamos a la mejor hora, justo al atardecer, cuando el sol poniente iba pintando de colores rojizos todo el paisaje.
Lentamente, como el proceso geológico que ha construido esta isla, con la cadencia y el ritmo suave de la naturaleza.
Tan cotidiano, pero tan puro en su esencia que te ubica en la escala de lo universal, en la realidad del espacio tiempo.
No hay mayor espectáculo, no hay mejor escenario.
Hasta el próximo día.
Día que comenzó en la preciosa Villa de Teguise,
Me sorprendió su arquitectura, ordenada y sencilla, limpia, y en cierta manera colonial.
Se respira un cierto ambiente artístico, una bohemia sincera y nada masificada, muy auténtica.
Como los cuadros de Dominic Murray en la Galería Cabra Cabra
Y las magníficas esculturas que representan momentos y personajes de los carnavales tradicionales. Sin duda un lugar para volver y disfrutar.
Después subimos a la Ermita de las Nieves en el risco de Famara, Las vistas son impresionantes y en un día claro como aquel puedes divisar casi toda la costa este de la isla.
Poco después, en Haría, dimos buena cuenta de la gastronomía lanzaroteña, garbanzada, rejos, mojo, papas arrugás y la omnipresente «Tropi»
Ya por la tarde en el Mirador del Río, un bello ejemplo de esa arquitectura integrada en la naturaleza que corresponde a la particular visión atística y arquitectónica de César Manrique, un referente cultural de toda la isla.
Desde allí, como asomándose a un balcón, la personalísima y particular Isla de la Graciosa.
Acaba este «inicio» de viaje en la Playa de Famara, un nuevo atardecer, entre el sonido del mar y la inmensidad del paisaje.
A los que vivimos junto al Mediterráneo, nos sorprende la fuerza y contundencia del océano. Aquí las mareas se perciben, el romper de las olas te impacta y el constante batir contra la roca volcánica te enmudece y te eleva a los viajes de la imaginación, cuando todo transcurriría bajo la ley de la Naturaleza, la más salvaje, la auténtica.
Mi viaje continúa.
Hacer estos viajes con tus ojos y con tus palabras siguiendo tus pasos y tus impresiones.
Me maravillas con cada viaje.
Graaacias!. Siempre encantado de compartirlo!
Gracias Juandillo, se agradece tenerte detras de «la caja Lista» esta cderrochando siempre arte y belleza en tu espacio
Pitiiii! gracias a ti, desde esta «caja lista» como bien llamas!